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FIAT Mefistofele de 1923, el bramido del demonio


Mefistófeles o Mefisto es un demonio de la cultura germana, uno de los subordinados de Satanás encargado de capturar almas para el averno. Su nombre significa “embaucador”, pero, en el caso del coche bautizado con este pintoresco sustantivo, lo que se pretendía era describir la abrumadora sensación que provocaba ver aparecer por la recta del circuito su atronadora mecánica de 21,7 litros de cilindrada (no, no me he equivocado poniendo la coma). Con una salida de escape libre, este brutal motor de 6 cilindros y 318 CV hacía tal ruido en su enfurecida búsqueda por lograr la máxima velocidad (234,98 km/h), que parecía que se abrían las puertas del infierno a su paso.


En la época de los pioneros del automóvil había una verdadera fiebre por la velocidad y abundaban los personajes empeñados en batir nuevas marcas. En 1923, Sir Ernest A.D. Eldridge adquiere un viejo bastidor de un Fiat SB4 de 1908, un modelo de carreras de la marca italiana, y lo transforma en un mutante acoplándole un descomunal motor de aviación, también fabricado por Fiat. Con esta mecánica, convenientemente adaptada para nueva finalidad, se pretendía batir el récord de velocidad.


Colocar este motor en el Fiat SB4 fue muy complejo. Su tamaño y su peso eran excesivos para el bastidor, de modo que se tuvo que alargar y reforzar el viejo SB4 tomando prestados algunos componentes de un viejo autobús londinense.


Una vez acomodado en el enorme capó delantero, el motor Fiat A 12 6 de 4 válvulas por cilindro y encendido cuádruple (4 bujías por cilindro) fue puesto a punto para llegar a rozar los 350 CV a un régimen de solo 1.800 rpm, absolutamente brutal.


El primer intento para batir el récord de velocidad en 1924 fue un éxito amargo. El coche logró superar la cifra de los 230 km/h, pero su victoria fue impugnada por carecer de marcha atrás y no cumplir con las normas de homologación del récord que exigen dos pasadas, una en cada sentido. Apenas 6 días después de este varapalo, Eldridge hace las modificaciones oportunas para cumplir con el reglamento y el 12 de julio de 1924 fija el nuevo récord de velocidad en los 234,97 km/h.


Hasta 1962, este cazarecords permanece en estado de semiabandono en la campiña inglesa. En ese año, Fiat lo adquiere y lo restaura, permaneciendo en su museo en perfecto estado desde entonces, aunque le falta un detalle: la marcha atrás. Por desgracia el invento de Eldridge para lograr homologar el récord se fue con él a la tumba y no queda ni rastro del mismo. Actualmente posee la configuración original, sin marcha atrás.

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